viernes, 19 de abril de 2013

Aférrate a ese magnífico instante, porque a decir verdad, eso ya no te lo quita nada ni nadie.

Hablemos de los principios, de los ideales. Esos conceptos que se encuentran en decadencia -a veces son incluso inexistentes, para que engañarnos-. La cuestión es que esta tarde me he encontrado sentada en el parque, observando a una pareja joven comiéndose a besos, cerca de unos abuelos enamorados -sí, a pesar de la gran cantidad de divorcios diarios, aún hoy podemos pasear y encontrarnos a dos a...mantes que después de 50 años se quieren como el primer día, sorprendente ¿no?- que acompañaban a sus nietos a pasar unos momentos de felicidad infantil -sí, esa alegría que desprenden incluso sin un porqué-...

 
Y he llegado a casa, ¿y que queréis que os diga? Me ha dado por contaros todo aquello que se me ha pasado por la cabeza frente a esa situación. Y la cuestión es que me he enfadado. Sí, habéis leído bién. Me enfada vivir en este mundo loco, junto a esta sociedad materialista, egoísta e hipócrita. Que sí, que quizás esté exagerando, pero es que echo de menos las grandes verdades de la vida, aquellas pequeñas cosas que le dan sentido a nuestra existencia. La amistad, la unión familiar, el romanticismo, la importancia de valerse por uno mismo, la exigencia y el trabajo duro que conlleva la lucha por nuestros sueños, las conversaciones -añado: cara a cara-, el respeto... En definitiva, los principios. Aquellos ideales que dejan poco a poco de inculcarnos, que desaparecen día a día dejando paso a las tecnologías, a los programas de cotilleos, al “hoy te pego un polvo y no te vuelvo a ver” o al tan escuchado “hoy me tiro a este”. Dejando paso a la mentira, la traición o los ya tan habituales “cuernos” y divorcios... ¿Pero qué os voy a contar? Podría pasarme el día poniendo ejemplos de acciones inexplicables que forman parte del S.XXI, pero aquí estamos... Haciendo como si nada, viviendo y ya está. Y da pena, mucha pena. Porque... dicen que “somos todo aquello en lo que creemos”, y hoy endía ya no se valora nada. Sí, esa es la palabra que podría definir todo lo que intento expresar... Ya no valoramos a las personas que nos acompañan pase lo que pase, ni si quiera encontramos tiempo para ellas... No valoramos la fuerza de un amor que puede con todo. No valoramos la confianza y lealtad familiar -lo que yo decía, no tenemos ni comidas un domingo a mediodía porque... ¿tenemos resaca?-. No valoramos los pequeños gestos de la vida, las verdades que lo dicen todo, ni los sentimientos. Sí, no valoramos los sentimientos de los demás, estamos demasiado ocupados en nosotros mismos. Pues lo que decía, una sociedad egoísta.


 Es mi opinión, mi punto de vista, aquello en lo que creo. Puede que no esteis de acuerdo conmigo, puede que incluso os parezca una inocente ilusa creyendo que las cosas pueden cambiar, que podemos recuperar aquello del pasado que hacía felices a las personas a pesar de las guerras, el hambre, el machismo y todo aquello que ya hemos estudiado todos. Porque realmente hago balanza, y observo que en apenas 50 años hemos conseguido mejorar en una gran cantidad de aspectos -inimaginables en aquella época- y me siento orgullosa... Aunque sigo haciendo balanza, y no sé bien si ha sido por esta rápida y fuerte transición, por influencias, o porque nos hemos acomodado... Pero, ¿Donde está todo aquello que define quien es uno? Recordad que la vida es todo aquello que dejas atrás... El amor que proporcionaste y recibiste, la ayuda que ofreciste, los sueños que perseguiste y las amistades que estuvieron allí en el largo e intenso camino.


 ¿Mi consejo? Marcaros prioridades. Buscad en vosotros mismos aquello que queréis y gritadlo. Pedidlo. Defendedlo pase lo que pase, venga lo que venga. Quereos a vosotros mismos, pero no olvidéis a los demás. Demostrad vuestros sentimientos, no los escondáis. Valorad los detalles, virtudes y defectos que nos diferencian unos de otros. Recordad que el secreto está en ser feliz con poco, con las pequeñas cosas. Cerra los ojos y sueña. Pasea por la playa, siente la brisa que acaricia tus parpados, piensa en todas las cosas buenas que te rodean, y aférrate a ese magnífico instante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario