martes, 19 de marzo de 2013

Vive y deja vivir, roza la locura en cada beso y ama como nunca te han amado.

"A ti este hombre te gusta". Todo empezó con aquella frase... Fueron las palabras que propiciaron miles de preguntas sin respuesta y las continuas batallas entre mi conciencia y mis sentimientos. ¿Cómo fue capaz de descubrir lo que yo misma me negaba a reconocer? ¿En qué preciso momento mis palabras, mis gestos, o mis miradas, me delataron?
 
Desde entonces no dejo de buscar sentido a todo lo que está pasando... ¿Estoy enamorada?, y si es así, ¿Por qué? ¿En qué momento ocurrió? ¿Cómo no me he dado cuenta?... Lo que yo decía, preguntas sin respuestas. Querer y no poder, poder y no querer. Desearlo y evitarlo. Miedo. Mucho miedo. ¿Y si él no siente lo mismo? ¿Y si lo siente... Cómo sabemos que saldrá bien? ¿Qué pasará si empezamos, y acabamos? ¿Dónde quedará todo aquello que nos une? ¿Merece la pena intentarlo?
 
Y es en ese momento, una tarde cualquiera de invierno, cuando de repente entiendes que debes dejarte llevar. Y aunque seguidamente te atormenta la idea de no saber qué ni cómo pasará, y el "dejarte llevar" aplasta de una patada todo aquello que pretendías -tener tus sentimientos bajo control-... Entiendes que es la única opción. Porque no puedes pasarte la vida programando cada momento, ni soñando con un futuro que puede que no exista, y tampoco puedes huir de la propia realidad... Y la cruda realidad es que empiezas a sentir algo. Algo importante. Y no debo esconderselo al mundo, ni mucho menos a mi misma. No debo tener miedo de perderlo. Todo pasa por algo, ¿No? Quizás sea él el hombre vida, o quizás no, pero... ¿Porque no intentarlo? ¿Quién sabe qué nos depara la vida?
 
Ahora solo tengo claro que no quiero cerrarme al amor. No estoy dispuesta a perdermelo. Al fin y al cabo, aunque a algunos les parezca ridículo, el amor siempre ha sido y seguirá siendo el sentido de mi vida. Así que sí, me quedaré con el "que pase lo que tenga que pasar" que tantas veces me ha repetido aquella amiga preocupada y viviré el momento. Me ceñiré al ahora. Diré adiós a los "para siempre", a los "no quiero enamorarme", a los "nunca pasará" y, sobretodo, por encima de cualquier cosa, me despediré del miedo al fracaso.
 
Por cierto... Hola sonrisas, os echaba de menos.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Un padre y una hija.


“Fue algo instantáneo. Pusiste tus diminutos ojos en mi y supe que mi vida había cambiado para siempre”. En ese momento, hace 18 años, empezó nuestro amor. Un amor incondicional, fuerte e indestructible. El amor entre un padre y una hija. Y desde entonces no ha pasado ni un solo minuto en que no nos lo demostráramos. No ha habido un solo día en que no estuviéramos allí, el uno para el otro, confiando, apoyando, haciéndonos sentir un poco menos solo en este mundo loco.

Eres la persona que lo deja todo por escucharme y consolarme cuando me encuentro cara a cara con la pared. La persona que se desvive por hacerme sonreír cuando tengo un mal día -incluso cuando se tratan de “malas semanas”-. Eres quien comparte su fortaleza cuando mi dolor no me permite encontrar una salida, o quien se desvive para que yo sea un poco más feliz. Eres quien me aconseja que luche por mis sueños, y no importa que algún día me canse, porque el viene y me recuerda que yo valgo demasiado como para rendirme. Eres quien me da el mejor consejo cuando se trata de decidir si acabar o seguir un poco más: “Nunca te arrepentirás de algo que hayas hecho con el corazón”. Eres la persona que conoce mis logros, mis alegrías, mis estupideces y mis miedos, y que con todo, sigue queriéndome. Eres mi persona, y podría encontrar tantos porqués... Y a pesar de todo ello, no me crees cuando digo que no podría vivir en un mundo donde tu no existieras... Porque eres mi mitad, y como tal me miras a los ojos y sabes lo que siento, pues conoces cada unos de mis pensamientos. Y no importa cuantos años pasen, ni a cuanta realidad cruda nos enfrentemos, porque yo seguiré siendo aquella pequeña niña ilusa de las dos coletitas, la que solo quería ir a caballito de su papi, porque siempre has sido mi pilar, mi norte, la persona que me quiere aún cuando ni yo misma me soporto.

Y hoy cumples 51 años, 51 años que comprenden una vida de ilusiones, pequeñas alegrías, sueños cumplidos y sueños sin cumplir. Una vida que te ha puesto en situaciones adversas, tristes e incluso injustas, momentos que te han hecho la persona más desgraciada del planeta, y a pesar de ello, siempre has seguido adelante, sacando fuerzas de donde ya no te quedaban. Y lo más increíble e impactante, es que sin ni si quiera saber cómo, a pesar de todo, has conseguido conservar la pureza de tu corazón. Y al fin y al cabo, es precisamente eso lo que te hace ser la persona especial que eres para mi, para todos. Porque eres una buena persona papá, porque te desvives incondicionalmente por todos y por todo... Y ese es el motivo por el que siempre serás mi ejemplo a seguir, por lo que me acepto tal como soy y por lo que -ya hace tiempo- comprendí la lección más importante de todas, pues no hay cosa más triste en la vida que el talento mal gastado.

Sé que no tienes muchas ganas de celebrar nada, puesto que sientes que ahora mismo no hay nada que celebrar... Porque esta vida injusta te ha quitado sin ni si quiera pedir permiso a personas que eran imprescindibles, y con ellas, un pedazo de ti... Pero te quiero, y necesito que hoy sonrías, por mi, por tus hijos, y por las pequeñas cosas que aún hoy pueden despertar a la felicidad.

Así que con el deseo de pasar 50 años más a tu lado, te digo que te quiero. Y te lo digo con toda la sinceridad que soy capaz de ofrecer. Por estar, por no fallar, por ser cada día mejor, por ver siempre lo mejor de las personas, por ser optimista, por luchar, y por todo lo que te hace ser tan especial, te quiero papá. Feliz Cumpleaños.


martes, 12 de marzo de 2013

Cada vez más tú, cada vez más yo, y sin rastro de nosotros.

- ¿Qué haces aquí?
- He venido a decirte que...
- Me voy.
- Espera, no te vayas, sé que te hice daño pero intenta entenderme...
- ¿Entender? ¿Entender que? ¿Quieres que hablemos? Pues bién, hablemos. Hablemos de las largas noches que he esperado a que volvieras arrepentido, o de lo patética que me sentía cada vez que marcaba tu número de teléfono aunque solo fuera por escuchar tu voz. Hablemos de como me traicionaron mis lágrimas en cualquier lugar o en cualquier momento porque mis cabeza no dejaba de atormentarme con un nosotros que ya no existía. Hablemos de ti, de tu indiferencia, de tu olvido.
- Yo no te he olvidado. Por eso estoy aquí.
- ¿Aquí? ¿Y que pretendes?
-  Quiero pedirte perdón... Sé que ha pasado demasiado tiempo pero he venido con la esperanza de que pudiéramos arreglar lo nuestro...
- Lo siento, pero ya no hay nada que arreglar... Se rompió. Lo destruiste.
- Pero... Yo te quiero...
- Lo sé, siempre lo supe, pero podrías haberme querido mejor... Ahora ya es demasiado tarde para pedir perdón. Demasiado tarde.
 
Ha pasado un mes, y cada palabra de aquella conversación me acecha a cada instante. Porque sigo recordandonos. Me rendí, no quise seguir luchando por nosotros. Y desde entonces he intentado convencerme de que abandonarlo fué la mejor decisión. Aunque resulte doloroso. Porque.. Si uno no dejase nunca nada ni a nadie, no tendría espacio para lo nuevo -y yo sin duda necesitaba algo diferente, necesitaba crecer y evolucionar sin él-.
Y ahora me doy cuenta de que evolucionar constituye una infidelidad... A los demás, al pasado, a las antiguas opiniones de uno mismo... Tal vez cada día debería contener al menos una infidelidad esencial o una traición necesaria. Se trataría de un acto optimista, esperanzador, que garantizaría la fe en el futuro... Una afirmación de que las cosas pueden ser no solo diferentes, sino mejores.

sábado, 9 de marzo de 2013

Algunos finales son felices, otros son necesarios.

- Esta mañana me he despertado y ya no estabas...
- Tenía cosas que hacer.
- No me mientas, llevo tiempo notándote distante...
- No te preocupes, simplemente tengo otras cosas en la cabeza. Se me pasará.
 
Pero no se nos pasa. Porque somos incapaces de hablar, y eso, al fin y al cabo, no hace sino aumentar nuestro dolor. El verdadero problema es que creemos no tener la fuerza -ni el valor- como para admitir nuestros fracasos, ni si quiera un fracaso concreto. Y no importa de qué tipo sea, ni a quien afecte, porque siempre optamos por el camino fácil, lo ocultamos.
Y por miedo a equivocarte, por proteger a alguien, o bien por cobardía, no afrontamos el problema, no luchamos por resolverlo, ni si quiera lo analizamos. Porque nos asustan las consecuencias. Y entonces nos “protegemos” de nosotros mismos rodeándonos de gente, escuchando sus historias, comprando de forma compulsiva objetos inútiles, o engañando a quien nos quiere con un “no te preocupes, simplemente tengo otras cosas en la cabeza, se me pasará”. Pero zas. Se ha dado cuenta. Y si lo nota, al fin y al cabo, es precisamente porque el problema sigue allí, callado, impasible, pero sigue existiendo. Y entonces comprendes que el no hablar, el cargar con todo el peso del mundo sobre tus hombros haciendo como si nada, no hace más que impedirte progresar. Porque este caos, este ruido existencial, esta forma de cerrar los ojos, los oídos y la mente no es más que un “intento de fuga”. Y ya empiezas a estar cansada de huir, pues es difícil seguir así eternamente... Tarde o temprano, te derrumbarás, y cuando eso ocurra, cuando suceda, bastará una chispa...

viernes, 8 de marzo de 2013

El día Internacional de la Mujer.


Hoy el el día Internacional de la Mujer. Conmemora la lucha de la mujer por su participación, en pie de igualdad con el hombre, en la sociedad y en su desarrollo íntegro como persona.

Hoy celebramos la igualdad de género al acceso a la educación, nuestra entrada al ámbito laboral, o el tener la capacidad de decidir qué y qué no hacer con nuestra vida (no hace tanto no podíamos abrir una cuenta corriente, viajar al extranjero o sacarnos el carnet de coche sin permiso de un hombre -sí, por ridículo que ahora nos parezca era así-). Celebramos el sufragio universal, la igualdad entre hombres y mujeres ante la ley, o bien nuestros derechos reproductivos. Celebramos que la mujer del S.XXI tiene ante sí más posibilidades que nunca, pues decidimos nuestra profesión, si viviremos o no en pareja, si tendremos hijos.. Podríamos decir que incluso nos divertimos más. Y todo ello, se lo debemos al feminismo, al conjunto de ideologías y movimientos políticos, culturales y económicos que defendieron la igualdad. Aquella igualdad que durante demasiados años fue inexistente.

El problema llega cuando una se plantea la situación, investiga, y se encuentra con la violencia doméstica, con la diferencia de sueldos entre géneros en la realización del mismo trabajo, o con la situación en casa. Porque, seamos sinceras, aún habiendo conseguido todo lo antes comentado, aún nos queda un largo camino. Es tan simple como observar que sí, que trabajamos, pero lo hacemos fuera y en casa, porque debemos ser buenas profesionales, pero también buenas madres, y por supuesto, buenas esposas. Y entonces nos encontramos con un sobre esfuerzo que agota, y ahora ves y díselo a tu marido, que solo falta que te conteste con un “¿No querías igualdad? Como para darle una bofetada. Como para dejarlo limpiando en casa y cuidando de los niños, que yo me voy a tomar cañas con los colegas. Que sí, que lo sé, que más de una se habrá sentido identificada. Pero no hacemos nada. Lo dejamos pasar. Nos consuela pensar que hay mujeres que están peor, ¿No? Pues bien, hablemos de ellas, de las que sufren malos tratos. Hablemos de la violencia doméstica. Pongamos en manifiesto que a día 8 de marzo, 43 mujeres ya han sido víctimas a manos de sus parejas en el 2013. Pero no se puede hacer nada, ¿No? En fin... Igualdad.

Y no hablemos de la igualdad de género mundialmente, porque ya hay que ponerse serios. Habréis observado que al comentar la situación de la mujer del S.XXI me he basado en España -Es cierto que su situación política y económica es bastante patética, pero sí se puede utilizar como ejemplo de país “avanzado” en el ámbito cultural, democrático y de igualdad-. Pues bien, abramos los ojos y observemos como viven las mujeres que luchan cada día por sobrevivir en su país, y aunque el término “sobrevivir” pueda sonar algo exagerado, plantéense ustedes su día a día cuando se ven obligadas a limpiar la casa, cocinar, cuidar de los niños -imaginarán que no hablamos de uno o dos hijos, puesto que los números de natalidad se podrían considerar incluso exagerados-, buscar agua potable -implica recorrer cientos de kilómetros con sus hijos para encontrar agua que no siempre es potable-, el trabajo en la agricultura, el comercio de los productos obtenidos... Y a pesar del esfuerzo a las que se ven sometidas, los hombres siguen creyendo que son más fuertes y valiosos, hecho que se podría ver reflejado, entre otros ejemplos, en la explotación sexual de la mujer.

Podría pasarme el día plasmando situaciones de desigualdad, pero eso ya lo sabéis. De una forma u otra todos somos conscientes de ello, ¿No? Pero debemos celebrar el día Internacional de la Mujer. Debemos quedarnos con lo ya conseguido. Debemos seguir viviendo, bien o mal, pero seguir viviendo. Porque... “El problema de la mujer siempre ha sido un problema de hombres” como dijo Simone de Beauvoir.





miércoles, 6 de marzo de 2013

Ya no persigo sueños rotos.


Me encuentro en un punto final, aunque supongo que también se podría considerar un punto y comienzo. La cuestión es que es el final de una etapa -o el principio de otra-, y aunque últimamente me pudiste caracterizar por mi orgullo, hoy tengo la necesidad de contarte el motivo -más bien motivos- por los cuales me encerré durante tanto tiempo en mi mundo donde yo era tu princesa y tus errores, mínimas equivocaciones de un hombre que está aprendiendo poco a poco a quererme mejor. La cuestión es que deseo que entiendas porque aquella tarde gris me despedí con un "Te amaba lo suficiente como para haber pasado toda mi vida a tu lado si no me hubieras dejado al margen".

Pues bien, empezaré -aunque debo reconocer que ahora mismo no sé ni por donde comenzar- por decirte la paz que sentía cuando tus ojos se ponían en los mios en busca de alguna sonrisa... Te contaré lo protegida que me sentía cuando me abrazabas todas las noches antes de conciliar el sueño, o la seguridad que surgía de alguna remota parte de mi cuerpo cuando me suspirabas al oido un "Tú eres la única".. Te diré como conseguías que temblaran cada una de mis extremidades cada vez que hacíamos el amor, o como cobraba vida cada poro de mi piel cuando me besabas... Intentaré expresarte porqué me sentía la persona más feliz del puñetero mundo cada vez que soñábamos juntos con un futuro, con nuestro futuro.. Te haré entender como me enamoraban tus virtudes, pero sobretodo tus defectos, porque eran solo tuyos, te hacían único, y tú eras mío, mío cada mañana -por lo que siempre tenía un motivo para levantarme de la cama con una sonrisa- mío cada tarde -por lo que tantas veces desee que pasarán las horas para poder abrazarte y decirte "Hoy te he echado de menos"- mío cada noche -por las cuales aquella niña ilusionada se vestía y se desvestía unas veinte veces para estar perfecta aunque fueran dos minutos, puesto que al verte aquella insignificante ropa (que no hacía más que separar tu cuerpo del mio) acababa en el suelo a golpe de pasión-. La cuestión es que eras mio, eras mi ilusión, mis sueños, mis ganas, mi esperanza... ¿Que digo? ERAS TODO. Y tenías que ser para siempre, deseaba que fuera así...

Y ahora, sentada e intentando desprenderme de todo aquello que me daba vida... Empiezo a entender que todo ello, cada una de las respuestas de mi pequeñito cuerpo, cada uno de los sentimientos que me hiciste experimentar, fueron únicos e irrepetibles, pues fuiste el primero, la persona que lo consiguió por primera vez... Mi primer amor... Y es por eso por lo que ahora soy capaz de entender qué puñetas significaba la tan típica frase "el primer amor nunca se olvida" que tantas veces me replicaban aquellos adultos que veían en mis ojos la fuerza de nuestro amor. Fuiste él, el hombre con el que aprendí a soñar, con el que experimenté la necesidad de que el día tubiera más que unas miseras 24 horas, fuiste tú quien me enseñó a olvidar al resto del mundo porqué estábamos tu y yo y no necesitábamos más que eso, contigo aprendí a vivir de amor...

Pero, en contra de mis deseos, con el paso de los años también empecé a entender lo que suponía sentirse el ser más patético e insignificante de la humanidad, conocí el mayor dolor -el que se haya enamorado alguna vez estará de acuerdo conmigo cuando digo que el sufrimiento por amor es el más intenso-, y también conocí la mayor humillación al ver que no eras "tan mío"... Así que a golpe de desilusiones y decepciones, también me enseñaste a ser fuerte y orgullosa, aprendí -con mucho esfuerzo (aunque suene algo idiota)- a quererme un poco más a mi que a ti. Aprendí a dejar de lado nuestro futuro y empecé a marcarme el mio propio, un futuro sin ti, puesto que al final, nunca seremos DOS. Así que con el tiempo aprendí a valorarme, a reconocerme a mi misma que merecía algo más que tus patéticos aunque sinceros "lo siento"... Y después de años encerrándome en mi burbuja en la que me negaba a decirte "adiós", me encontré en aquel café sacando fuerzas de donde ya no me quedaban despidiéndome de ti... Diciéndote que me iba para no volver, reconociéndome a mi misma que ya no habría un "hasta luego"... Porque se había acabado, porque debía desprenderme de tus besos, de tus te quiero, de tus "estás fea cuando lloras", de todo lo que tu eras y significabas para mi... Y dolió. Sigue doliendo. Y probablemente dolerá mucho tiempo, pero, hice lo correcto ¿No? Y aunque ese pensamiento ahora mismo no sea capaz de consolarme, y aunque nos recuerde siempre, aunque te quise -mierda, te quiero-, aunque no sienta más que miedo al ver que empiezo una nueva etapa sin ti, aquel día me cansé de perseguir sueños rotos...

Así que solo me queda decirte que sigas adelante, que vuelvas a enamorarte, que deseo que seas feliz, pero si aún me quieres un poco... Házme un favor, y no olvides nunca lo feliz que me hiciste y lo mucho que te quise, con lo bueno, y con lo malo, siempre te quise.


viernes, 1 de marzo de 2013

Todos tenemos una fuerza interior que nos ayuda en los peores momentos.


Caí y me levanté. Volví a tropezar, y volví a seguir adelante. Pero resulta que es la historia que nunca acaba, y cansa. Básicamente porque ya llega a ser demasiado repetitivo, diría que incluso aburrido. Pero aquí estamos, me he vuelto a encontrar cara a cara con la pared, y como es de suponer, me he llevado una ostia de esas que saben a derrota. Pero ya sabéis, el haberlo vivido tantas veces antes te enseña a verlo desde otra perspectiva, aunque, ¿por que no? Sigue siendo una putada. Otra ostia. Otra piedra. ¿Y que? ¿Ahora qué? Pues nada, como siempre, sigues sin tener otra opción que sacar fuerzas de donde ya no te quedan y volver a superarlo.
Resumiendo, próxima parada: Pegote de rimel, un poco de tapa lágrimas y a empezar un nuevo camino, y añado, recuerda llevar unos bonitos tacones que suenen a esperanza a cada paso que des..