viernes, 26 de abril de 2013

Las princesas también nos cansamos de tanto cuento.

Algún día no muy lejano, despertarás y no me encontrarás acurrucada en tus brazos. Te invadirá el miedo, la desesperación y el dolor. Entonces pensarás en mi y en todas aquellas cosas que decía o hacía con el único fin de verte sonreír. Descubrirás que fui yo quien estuvo a tu lado pasara lo que pasara. Caerás en la cuenta de que lo daba todo por ti, siempre, sin condiciones, sin esperar nada a cambio. Y en ese mismo instante sentirás el vació que sentí yo el día que deje de creer en ti... Aquella tarde gris en que la palabra "nosotros" desapareció de mi vocabulario. Y cuando llegue el momento, solo espero que dejes de lado el egoísmo que suele caracterizarte, y no vuelvas. No intentes recuperar todo lo perdido, todo aquello que nunca te importó ya llevará un tiempo pisoteado y enterrado. Cuando caigas en la cuenta de tu error ya será tarde para oportunidades. Para reproches. Para la tan típica palabrería. Acepta el hecho de que merezco ser feliz y tu ya no tienes el poder de proporcionarme esa felicidad. Así que cuando después de años y años despiertes y ocurra el tan esperado milagro -pienses en mi-, calla. Reserva esos sentimientos encontrados para ti. Sigue adelante, arrepiéntete si eso es lo que sientes, pero ofréceme algo de respeto, y hazlo en silencio.   

viernes, 19 de abril de 2013

Aférrate a ese magnífico instante, porque a decir verdad, eso ya no te lo quita nada ni nadie.

Hablemos de los principios, de los ideales. Esos conceptos que se encuentran en decadencia -a veces son incluso inexistentes, para que engañarnos-. La cuestión es que esta tarde me he encontrado sentada en el parque, observando a una pareja joven comiéndose a besos, cerca de unos abuelos enamorados -sí, a pesar de la gran cantidad de divorcios diarios, aún hoy podemos pasear y encontrarnos a dos a...mantes que después de 50 años se quieren como el primer día, sorprendente ¿no?- que acompañaban a sus nietos a pasar unos momentos de felicidad infantil -sí, esa alegría que desprenden incluso sin un porqué-...

 
Y he llegado a casa, ¿y que queréis que os diga? Me ha dado por contaros todo aquello que se me ha pasado por la cabeza frente a esa situación. Y la cuestión es que me he enfadado. Sí, habéis leído bién. Me enfada vivir en este mundo loco, junto a esta sociedad materialista, egoísta e hipócrita. Que sí, que quizás esté exagerando, pero es que echo de menos las grandes verdades de la vida, aquellas pequeñas cosas que le dan sentido a nuestra existencia. La amistad, la unión familiar, el romanticismo, la importancia de valerse por uno mismo, la exigencia y el trabajo duro que conlleva la lucha por nuestros sueños, las conversaciones -añado: cara a cara-, el respeto... En definitiva, los principios. Aquellos ideales que dejan poco a poco de inculcarnos, que desaparecen día a día dejando paso a las tecnologías, a los programas de cotilleos, al “hoy te pego un polvo y no te vuelvo a ver” o al tan escuchado “hoy me tiro a este”. Dejando paso a la mentira, la traición o los ya tan habituales “cuernos” y divorcios... ¿Pero qué os voy a contar? Podría pasarme el día poniendo ejemplos de acciones inexplicables que forman parte del S.XXI, pero aquí estamos... Haciendo como si nada, viviendo y ya está. Y da pena, mucha pena. Porque... dicen que “somos todo aquello en lo que creemos”, y hoy endía ya no se valora nada. Sí, esa es la palabra que podría definir todo lo que intento expresar... Ya no valoramos a las personas que nos acompañan pase lo que pase, ni si quiera encontramos tiempo para ellas... No valoramos la fuerza de un amor que puede con todo. No valoramos la confianza y lealtad familiar -lo que yo decía, no tenemos ni comidas un domingo a mediodía porque... ¿tenemos resaca?-. No valoramos los pequeños gestos de la vida, las verdades que lo dicen todo, ni los sentimientos. Sí, no valoramos los sentimientos de los demás, estamos demasiado ocupados en nosotros mismos. Pues lo que decía, una sociedad egoísta.


 Es mi opinión, mi punto de vista, aquello en lo que creo. Puede que no esteis de acuerdo conmigo, puede que incluso os parezca una inocente ilusa creyendo que las cosas pueden cambiar, que podemos recuperar aquello del pasado que hacía felices a las personas a pesar de las guerras, el hambre, el machismo y todo aquello que ya hemos estudiado todos. Porque realmente hago balanza, y observo que en apenas 50 años hemos conseguido mejorar en una gran cantidad de aspectos -inimaginables en aquella época- y me siento orgullosa... Aunque sigo haciendo balanza, y no sé bien si ha sido por esta rápida y fuerte transición, por influencias, o porque nos hemos acomodado... Pero, ¿Donde está todo aquello que define quien es uno? Recordad que la vida es todo aquello que dejas atrás... El amor que proporcionaste y recibiste, la ayuda que ofreciste, los sueños que perseguiste y las amistades que estuvieron allí en el largo e intenso camino.


 ¿Mi consejo? Marcaros prioridades. Buscad en vosotros mismos aquello que queréis y gritadlo. Pedidlo. Defendedlo pase lo que pase, venga lo que venga. Quereos a vosotros mismos, pero no olvidéis a los demás. Demostrad vuestros sentimientos, no los escondáis. Valorad los detalles, virtudes y defectos que nos diferencian unos de otros. Recordad que el secreto está en ser feliz con poco, con las pequeñas cosas. Cerra los ojos y sueña. Pasea por la playa, siente la brisa que acaricia tus parpados, piensa en todas las cosas buenas que te rodean, y aférrate a ese magnífico instante.

miércoles, 17 de abril de 2013

Haz ver que me olvidas, y me acabarás olvidando.

Cuando sepas de mí, tú disimula. No les cuentes que me conociste, ni que estuvimos juntos, no les expliques lo que yo fui para ti, ni lo que habríamos sido de no ser por los dos. Primero, porque jamás te creerían. Pensarán que exageras, que se te fue la mano con la medicación, que nada ni nadie pudo haber sido tan verdad ni tan cierto. Te tomarán por loco, se reirán de tu pena y te empujarán a seg...uir, que es la forma que tienen los demás de hacernos olvidar.

Cuando sepas de mí, tú calla y sonríe, jamás preguntes qué tal. Si me fue mal, ya se ocuparán de que te llegue. Y con todo lujo de detalles. Ya verás. Poco a poco, irán naufragando restos de mi historia contra la orilla de tu nueva vida, pedazos de recuerdos varados en la única playa del mundo sobre la que ya nunca más saldrá el sol. Y si me fue bien, tampoco tardarás mucho en enterarte, no te preocupes. Intentarán ensombrecer tu alegría echando mis supuestos éxitos como alcohol para tus heridas, y no dudarán en arrojártelo a quemarropa. Pero de nuevo te vendrá todo como a destiempo, inconexo y mal.

Qué sabrán ellos de tu alegría. Yo, que la he tenido entre mis manos y que la pude tutear como quien tutea a la felicidad, quizás. Pero ellos... nah.

A lo que iba.

Nadie puede imaginar lo que sentirás cuando sepas de mí. Nadie puede ni debe, hazme caso. Sentirás el dolor de esa ecuación que creímos resuelta, por ser incapaz de despejarla hasta el final. Sentirás el incordio de esa pregunta que jamás supo cerrar su signo de interrogación. Sentirás un qué hubiera pasado si. Y sobre todo, sentirás que algo entre nosotros continuó creciendo incluso cuando nos separamos. Un algo tan grande como el vacío que dejamos al volver a ser dos. Un algo tan pequeño como el espacio que un sí le acaba siempre cediendo a un no.

Pero tú aguanta. Resiste. Hazte el favor. Háznoslo a los dos. Que no se te note. Que nadie descubra esos ojos tuyos subrayados con agua y sal.

Eso sí, cuando sepas de mí, intenta no dar portazo a mis recuerdos. Piensa que llevarán días, meses o puede que incluso años vagando y mendigando por ahí, abrazándose a cualquier excusa para poder pronunciarse, a la espera de que alguien los acogiese, los escuchase y les diese calor. Son aquellos recuerdos que fabricamos juntos, con las mismas manos con las que construimos un futuro que jamás fue, son esas anécdotas estúpidas que sólo nos hacen gracia a ti y a mí, escritas en un idioma que ya nadie practica, otra lengua muerta a manos de un paladar exquisito.

Dales cobijo. Préstales algo, cualquier cosa, aunque sólo sea tu atención.

Porque si algún día sabes de mí, eso significará muchas cosas. La primera, que por mucho que lo intenté, no me pude ir tan lejos de ti como yo quería. La segunda, que por mucho que lo deseaste, tú tampoco pudiste quedarte tan cerca de donde alguna vez fuimos felices. Sí, felices. La tercera, que tu mundo y el mío siguen con pronóstico estable dentro de la gravedad. Y la cuarta, -por hacer la lista finita-, que cualquier resta es en realidad una suma disfrazada de cero, una vuelta a cualquier sitio menos al lugar del que se partió.

Nada de todo esto debería turbar ni alterar tu existencia el día que sepas de mí. Nada de todo esto debería dejarte mal. Piensa que tú y yo pudimos con todo. Piensa que todo se pudo y todo se tuvo, hasta el final.

A partir de ahora, tú tranquilo, que yo estaré bien. Me conformo con que algún día sepas de mí, me conformo con que alguien vuelva a morderte de alegría, me basta con saber que algún día mi nombre volverá a rozar tus oídos y a entornar tus labios. Esos que ahora abres ante cualquiera que cuente cosas sobre mí.

Por eso, cuando sepas de mí, no seas tonta y disimula.

Haz ver que me olvidas.

Y me acabarás olvidando.

De verdad.


Risto Mejide.

lunes, 15 de abril de 2013

En tu sonrisa encontré mi felicidad.

- ¿Sabes? Creo que tienes que saberlo...
- ¿El qué?
- Que me haces muy feliz. No sé como explicartelo... Creo que nunca había sentido esto. Estoy "out", en mi pequeño mundo donde solo existimos tu, yo, y nuestras ganas de comernos a besos a cada instante... Es como si estubiera enamorada...
- Yo tambien te quiero... Y soy feliz si tú lo eres, nunca había experimentado lo que siento cuando estoy contigo... Cuando me tocas...
 
Es una especie de presión no atmosférica que noche y día, segundo tras segundo, ronda por mi cabeza, es ese pensamiento del cual no me puedo librar. Es una brisa fresca en una tarde de verano, son las gotas reventando contra el asfalto, son farolas encendidas a media noche, es ese juego para niños pequeños, y a veces para no tan niños, ni tan pequeños. Es una idea, una alucinación, una solución o un problema. Puede serlo todo y no tiene porque ser nada, puede ser cosa de un día, puede ser para siempre, puede ser y no tiene porque ser. Autoritario, libre, fugaz, espontaneo, duradero e imposible. Corto, tonto, sin sentido, voátil, importante, perfecto o imperfecto, puede estar bien, o puede estar mal. Es amor, y es lo que es, es lo que hay.

jueves, 4 de abril de 2013

Si me vuelves a sonreír de esa manera, no me hago responsable de los besos que puedas causar.

Perdóname por tenerte abandonado, pero es que últimamente no sé qué ni cómo escribir. Podría decir que es falta de inspiración, o de tiempo, pero estaría mintiendo... Básicamente porque el motivo más válido se encuentra en mi querer y no poder, o en el "sé lo que siento y no sé si debería plasmarlo...".
 
Supongo que tengo miedo... Al fracaso, a la ausencia, al olvido... Miedo a todo lo que estoy sintiendo... Pero sobretodo, por encima de cualquier cosa, tengo miedo de que él lo descubra y vea como salta el corazón de mi pecho cada vez que me toca... Se asuste, y como consecuencia, se marche... Porque puede que huya... Buscando algo que desea, o dejando atrás algo que le da miedo desear... Pero sea por lo que sea, al fin y al cabo, cabe la posibilidad de que diga adiós... Y dolería. Sí, dolería.
 
Pero hoy escribo. Y lo hago diciendo que cada día te quiero un poquito más, que me has conquistado a base de mucha insistencia... Puede que sea un error... Pero es que últimamente estoy viviendo al día, disfrutando de cada momento, sonriendo por el recuerdo de ayer, riendo a carcajadas por el día de hoy. Dejándome llevar por sus besos, por sus caricias... Notando como la calidez que me transmite va deshaciendo poquito a poco el hielo que envuelve a mi corazón...

Y ahora solo quiero que venga, me coja de la mano como siempre hace, me mire a los ojos -sus miradas siempre le delatan- y me diga que funcionará... Que no importa lo demás, porque somos él y yo... Porque vale la pena. Porque crees que debemos olvidar todos los motivos por los que no funcionará, y pensar en el único por el que sí lo hará... Solo te pido que vengas, y me digas que tu también, que tu también estás sintiendo lo mismo... Que no importa el mañana, ni si quiera las próximas dos horas, porque es nuestro momento, y llevamos demasiado tiempo esperándolo. Deseándolo. Tú solo ven, y pídeme un beso.